Tiempo libre en el Mönchsberg de Salzburgo
Un relajante paseo entre la vegetación por encima de los tejados del casco antiguo
Los salzburgueses adoran sus montañas, y el Mönchsberg es una de sus favoritas. Para los niños, es un pequeño paraíso: en invierno, hay colinas perfectas para deslizarse en trineo, y en verano, senderos ocultos, cuevas y miradores que convierten el bosque en un gran parque de aventuras. En primavera, las hojas nuevas de hayas, sicomoros, tilos y robles envuelven el paisaje en un verde brillante, mientras que en otoño un mar de colores lo cubre todo.
Hay muchas formas de subir al Mönchsberg, pero una de las más pintorescas comienza en la Imbergstraße, en la orilla derecha del Salzach. Allí, una avenida de plátanos centenarios bordea el río, con vistas a las coloridas casas de la ciudad, la catedral de Salzburgo y la imponente Fortaleza de Hohensalzburg. ¡Un paisaje de postal!
Paseo por el Mönchsberg, parte 1
Salzburgo está llena de huellas de grandes personalidades en cada rincón. Puentes, plazas y monumentos rinden homenaje a figuras icónicas, especialmente a Mozart. Al subir el Mönchsberg, cruzarás el Mozartsteg y entrarás en el casco antiguo, pasando por la Mozartplatz y su emblemático monumento. Poco después, llegarás a la Residenzplatz, con su imponente arquitectura arzobispal, justo junto a la catedral.
Si planeas bien tu paseo, podrás escuchar el repique de campanas al mediodía desde uno de los miradores del Mönchsberg, considerado uno de los más bellos de Austria. Y si llegas una hora antes, disfrutarás de la melodía del Carillón, que suena tres veces al día y envuelve el casco antiguo con su encanto atemporal.
Paseo por el Mönchsberg, parte 2
Ninguna visita al Mönchsberg está completa sin un buen trozo de pretzel recién horneado, que puedes conseguir en el animado mercado de la Plaza de la Universidad. Desde allí, la Wiener-Philharmoniker-Gasse te lleva, como su nombre lo sugiere, directo al imponente Festspielhaus. A la izquierda, te espera el Toscaninihof. Y ahora sí, respira hondo: es momento de enfrentar los numerosos escalones de la Clemens-Holzmeister-Stiege. Un pequeño desafío que, aunque corto, pondrá a prueba tu resistencia… pero la recompensa bien vale el esfuerzo.
Al llegar arriba, el primer respiro te regala una vista impresionante, a la altura de la torre de la iglesia, con el casco antiguo desplegándose ante ti. En un espacio reducido, se agrupan majestuosas iglesias entre estrechos callejones y amplias plazas: las verdes cúpulas de la catedral de San Pedro, la esbelta torre gótica de la Iglesia Franciscana y la elegante Colegiata barroca. Un auténtico collage arquitectónico de distintas épocas que, de alguna manera, encaja a la perfección, formando un conjunto armonioso y fascinante.
Paseo por el Mönchsberg, 3ª parte
Aquí comienza la parte más tranquila del recorrido. Paso a paso, el sendero asciende con suavidad, flanqueado por casas ocultas tras muros de piedra o cercas de madera, entre arbustos y árboles que susurran al viento. La calma es absoluta.
Al llegar a la transición entre la fortaleza y el Mönchsberg, el camino se bifurca: a la izquierda, conduce hacia la imponente fortaleza de Hohensalzburg; a la derecha, sigue la cresta alargada del Mönchsberg. En este cruce de senderos, el ambiente se vuelve más animado, especialmente en verano, cuando la fortaleza se llena de visitantes. Aun así, hay rutas alternativas que permiten disfrutar del sosiego. Pero ¡atención! El Mönchsberg esconde acantilados abruptos, algunos sin vallas de protección.
Un desvío especialmente encantador se aleja del sendero principal y asciende hasta la pequeña cabaña Buffet zur Richterhöhe, donde se pueden disfrutar salchichas calientes y un delicioso strudel de manzana. Desde allí, el sendero bordea la montaña, ofreciendo una vista de ensueño sobre la ciudad, cuyas casas parecen sacadas de un cuento. En este punto, la frontera entre la urbe y la naturaleza se desdibuja, fusionándose en un paisaje armonioso e inolvidable.
Rutas de senderismo por el Mönchsberg
Cultura en el Mönchsberg en el Museo de Arte Moderno: acceso sin barreras a la cima
¿Sabía que ..
Comer y beber en el Mönchsberg
Una leyenda que ha permanecido
En el siglo XVI, el descontento entre la población rural era palpable: demasiados impuestos, muy pocos derechos. Esto llevó a una serie de levantamientos campesinos contra los poderosos arzobispos de Salzburgo, con la intención de tomar la ciudad. Sin embargo, la imponente fortaleza de Hohensalzburg, protegida por sólidos muros defensivos, resultó inexpugnable. Ante la imposibilidad de conquistarla por la fuerza, los rebeldes optaron por una estrategia diferente: someter a los habitantes a un asedio y hacerlos rendirse por hambre.
El cerco se prolongó hasta que en la ciudad solo quedaba un único toro sin sacrificar. Fue entonces cuando los sitiados idearon un ingenioso engaño. Condujeron al toro, de manchas marrones, hasta la muralla para que el enemigo lo viera desde abajo. Al día siguiente, lo lavaron y lo pintaron de blanco, y al siguiente, de negro. Los sitiadores, convencidos de que la ciudad aún tenía abundante ganado y provisiones, perdieron la esperanza de victoria y levantaron el asedio.
Desde entonces, los habitantes de Salzburgo son conocidos con cariño como los "lavadores de toros", en honor a esta astuta jugada que les salvó de la rendición.